Por Héctor A. Otero M.
El escándalo de las andanzas del servicio secreto de la
presidencia de los Estados Unidos en Cartagena ha puesto de presente las
consecuencias de abrir un mercado con pobres recursos a una demanda con gran
capacidad adquisitiva. Los poderosos y bien
pagados guardaespaldas del presidente de la única potencia indiscutida, se
sienten reyes en un país que se abre a sus deseos, que valora su moneda y
necesita desesperadamente sobrevivir. La
enorme atención que se dispenso a la comitiva norteamericana y las concesiones que se hicieron a sus
miembros, les permitieron contratar, en las condiciones que ellos quisieron a
unas trabajadoras sexuales y permitirles ingresar a sus habitaciones. Ellas, a pesar de que nos habían advertido a
todos los colombianos, que Cartagena solo estaba disponible para las comitivas
de la Cumbre, lograron ingresar a lugares que nadie se hubiera imaginado,
estuvieran abiertos a normales ciudadanos, sin embargo el poderoso “Don
Dinero”, se convirtió en el “ábrete Sésamo” de las habitaciones privadas de
quienes debían responder por la seguridad del mandatario más vigilado del
mundo.
Este ejemplo de lo que pueden lograr los agentes del
imperio, con sus dineros y su suficiencia, se repetirá a partir del próximo
mes, de manera más frecuente y, sobre todo, bendecida por los padres de la
patria que firmaron y ratificaron el Tratado de Libre Comercio con los Estados
Unidos de América. Los poderosos
empresarios del norte, con sus patentes, su maquinaria y sistemas, sus
capitales y conocimientos, se enfrentaran a un mercado con una tecnología
precaria y dependiente, en enormes proporciones, de los desarrollos
tecnológicos americanos, una industria con escasas ventajas competitivas y un
mercado laboral precario y muy barato.
El ingreso promedio de un ciudadano de los Estados Unidos de
América, según la calculadora de la BBC Mundo, es US$3.263/mes mientras el
promedio del colombiano es US$692/mes, lo que indica que el poder adquisitivo
de uno y otro trabajador. Con lo que
sobrevive el promedio de los colombianos es solo una quinta parte de lo que se
gana el trabajador medio en ese país, en otras palabras si usted gana un millón
de pesos, el trabajador equivalente en las tierras del Tío Sam gana 4,7
millones. Su colega, por tanto cuando venga a pasar vacaciones, podrá pagar una
habitación cinco veces mejor, podrá ir a los restaurantes en los que con su
dinero apenas podría pagar la propina al empleado, podrá conocer mejor su
propio país pues podrá viajar, ya sea por tierra o en avión, cinco veces la
distancia que usted recorre en sus días de descanso.
La conducta de los guardaespaldas de Obama, no solo se
repetirá, sino que se convertirá en algo corriente y cotidiano. Esta es solo una pequeña muestra de lo que
para el promedio norteamericano significan las contrapartes de los tratados de
libre comercio. No así para los
inversionistas, que saben que ya se ha hecho el trabajo previo de eliminar los
derechos de los trabajadores y ajustar la legislación a conveniencia de las
multinacionales; para ellos será todavía más fácil manejar no solo a los
trabajadores, sino también a los pequeños empresarios, que no solo serán una
presa fácil, sino que sentirán que, al ceder sus posiciones, se está
modernizando el mercado local.
La entrada en vigencia del TLC con los Estados Unidos
servirá para que muchos productos nacionales sean sometidos a una competencia
implacable, mientras las empresas que no puedan competir, cerraran sus puertas
o reducirán sus nóminas con pérdidas importantes de empleo. Las empresas norteamericanas aprovecharán los
bajos salarios para desarrollar procesos intensivos en mano de obra. Algunos sectores, como el de los servicios
médicos, que tienen ventajas en materia de costo de la mano de obra se
desarrollaran, para prestar servicios a los clientes extranjeros, mientras la
atención en salud primaria a la población continuará deteriorándose.
Los servicios turísticos y sus actividades conexas se verán
estimulados, pero el trato que se le dará en general a los colombianos será el
mismo que le dieron los guardaespaldas a las señoritas que les atendieron “a domicilio”,
o como ellos dicen “to go”
1 comentario:
Totalmente de acuerdo, no hemos podido cambiar la imagen de conejillos de indias, y aún falta mucho camino por recorrer para logralo.
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