miércoles, 27 de febrero de 2008

Las elecciones en el Tercer Mundo y sus limitaciones

Por Alfonso Otero (haotero@gmail.com)

Las elecciones en los países del Tercer Mundo, más que una forma de establecer consensos y de servir como instrumentos para establecer orientaciones en materia de política, se han convertido en fuentes de conflicto y razones para generar inestabilidad en los gobiernos.

Los casos más recientes de Kenya, Nigeria y Pakistán demuestran cómo, cuando no existe una cultura política, que haya logrado echar raíces y convertirse en el sustento de unos mecanismos de concertación y de aproximación a acuerdos, las elecciones por sí mismas no representan un instrumento que apunte a la estabilidad política, al desarrollo continuo de las economías y al mejoramiento de las condiciones de vida de la población

Enfocar la defensa de la democracia exclusivamente en el desarrollo de procesos de elección popular, no representa una fórmula de solución real, sino que termina con frecuencia en convertirse en una fuente de inestabilidad y, en no pocas ocasiones, en incentivo para que agentes políticos, a través de diferentes mecanismos, pretendan alterar los resultados electorales o inclusive forzar a los votantes para que depositen su voto como a los políticos les interesa.

El proceso electoral en Pakistán, que dejó como saldo la muerte de una de las candidatas más opcionadas para triunfar, Benazir Bhutto, y cuya fecha de realización debió ser reprogramada, debido a la zozobra que generó ese asesinato entre los paquistaníes, es un ejemplo de cómo en los países del Tercer Mundo son manejadas las elecciones. La constante a lo largo del debate fue la denuncia de presiones de toda índole contra los votantes, desde palizas contra opositores hasta amenazas de la policía si no se votaba “como se debía”.

En Kenya, uno de los países africanos más estables hasta ahora, el resultado de las elecciones fue un gran levantamiento popular, motivado por sospechas de fraude electoral por parte del mandatario de turno, Mwai Kibaki. La violencia hizo resurgir fenómenos, que parecían haber quedado en el olvido, de odios tribales que dejaron numerosas víctimas mortales y una nación al borde del caos. Este país centroafricano presenta una fuerte concentración de la propiedad de la tierra, en manos de parientes y amigos de los anteriores gobernantes, que se encargaron de apropiarse de buena parte de la tierra apta para cultivos, y registra altos índices de pobreza. E levantamiento popular tuvo como consecuencia fuertes flujos migratorios, que llevaron a las tribus a sus tierras originales, pero en ellas los desplazados no han encontrado oportunidades de empleo o tierras, pues unos y otras, están en poder de otros.

En Nigeria, uno de los principales países productores de petróleo, las denuncias por fraude electoral y presiones sobre el electorado, han llevado a un pronunciamiento de la Corte Suprema nigeriana, que ha apoyado al mandatario electo, pero que no parece conducir a la estabilidad del país. El gobernante originario de una provincia del norte, no ha logrado convencer acerca de sus habilidades como administrador, ni siquiera a sus propios partidarios, y esta falta de credibilidad conduce a un estado de débil gobernabilidad y desconfianza creciente. Las acusaciones contra algunos de los principales líderes políticos por corrupción no han podido ser acalladas, a pesar de las maniobras para silenciar a la oposición y a los fiscales anti-corrupción.

Es evidente que estas expresiones de la voluntad popular están sesgadas y distorsionadas por la violencia que se ejerce sobre los electores, pero también porque el poder real de las masas es limitado, y su voluntad no puede expresarse a través de los mecanismos electorales cada cuatro o más años. Es necesaria una participación más integral de los ciudadanos, no solo en las decisiones políticas, sino también en la vigilancia y el diseño de las estrategias de desarrollo local, regional y nacional. Sin esa apropiación de los destinos de esas naciones por parte de la gente del común, no tiene sentido hablar de democracias, pues las elecciones terminan por ser variantes de las votaciones que se registraban hasta hace poco en Irak o las que tienen lugar en Cuba cada cierto tiempo, con la diferencia, que al menos en estos últimos países, las elecciones no han estado precedidas de baños de sangre, como sucedió en los tres ejemplos aquí discutidos y que nos recuerdan la propia experiencia colombiana.

jueves, 7 de febrero de 2008

La sobrepesca, otra forma de violencia moderna

Por Alfonso Otero

Los pescadores de la costa noroccidental de África, en los últimos años, han visto disminuir las capturas de los principales productos marinos, que constituían su principal fuente de ingresos y la base de la nutrición de estas poblaciones costeras. En Mauritania, la pesca de langosta se ha acabado por completo, mientras las capturas de pulpo y camarón han venido decayendo, no solo en ese país, sino también en Guinea-Bissau, Senegal, Costa de Marfil, Sierra Leona, Liberia y otros países insulares y costeros. Las flotas que pescan en las aguas continentales de estos países, provienen en lo fundamental de la Unión Europea, pero también acceden a esos recursos de manera regular flotas de China, Rusia y otros países asiáticos, que cuentan con poderosas embarcaciones, tecnologías modernas, información satelital y acuerdos de explotación con los países propietarios del recurso.

Mientras tanto, las flotas pesqueras de los países africanos y el empleo en la industria han venido decayendo. La culpa, señalan los europeos, es de los propios países que aceptan acuerdos de explotación pesquera, que les proporcionan a los países costeros recursos para cubrir su déficit fiscal, y en no pocas ocasiones para alimentar las burocracias corruptas de África Occidental. Los gobiernos, sin realizar estudios previos, que informen acerca del potencial pesquero, otorgan licencias y cobran tasas a los explotadores del recurso, con la grave consecuencia que los inventarios de pesca van decayendo y la sobrepesca termina por agotar el alimento y la fuente de ingresos de los pescadores artesanales locales.

Las opciones para estos habitantes de la costa africana son pocas, frente a las poderosas flotas extranjeras que arrasan con los bancos de peces de sus costas y las escasas fuentes de empleo alternativo en sus propios países, deben mirar hacia otras regiones para poder emigrar y sobrevivir. La opción para estos marineros ha venido siendo utilizar esas pequeñas embarcaciones artesanales, para alcanzar las Islas Canarias, un territorio próximo a estas costas, que por ser parte de España, es una conveniente alternativa para saltar al continente europeo. Sin embargo, tan solo el año pasado, 6.000 de los estimados 31.000 inmigrantes ilegales que lo intentaron murieron en la travesía. Naciones Unidas estima que alrededor de 900 botes artesanales o piraguas arribaron durante 2007 a las islas de propiedad de España, trayendo africanos pobres que buscaban opciones de trabajo y supervivencia en los países desarrollados.

Los europeos, que ya agotaron sus propios recursos pesqueros costeros, y hoy tratan de ponerle orden a sus pesquerías, continúan la sobrexplotación de los recursos marinos más allá de sus fronteras. Europa es hoy el principal mercado de productos pesqueros del mundo, transando hasta por 14 billones de euros (20.6 billones de dólares) productos, que en buena parte entran de contrabando a la Unión Europea-UE-. El 50% de los productos pesqueros que se comercian en la UE tiene origen en países del Tercer Mundo, pero son capturados por embarcaciones extranjeras, que en su mayor parte utilizan las banderas de conveniencia, o sea banderas de países que no reconocen tratados internacionales, ni aplican normas rigurosas de responsabilidad ambiental y administración de recursos. En ocasiones son grandes embarcaciones que en alta mar trasladan de los barcos pesqueros a buques refrigerados la captura, para que sea procesada y desembarcada en diferentes puertos de Europa. Este tipo de operación hace difíciles los controles que algunos países pretenden imponer para poder administrar el recurso pesquero.

Este es otro ejemplo de la violencia real, económica y política que la modernidad impone a los pobres, que no son capaces de ponerse a tono con la globalización. Las nuevas opciones tecnológicas les arrebatan a los pescadores las opciones de vida, bajo el argumento de que los especialistas son capaces de aprovechar de forma más eficientes los recursos naturales, y al optar por un refugio bajo otros cielos, los inmigrantes son perseguidos y hostigados. Los modernos explotadores del recurso tampoco parecen ser eficiente en el largo plazo, pues la intensa explotación del recurso lo agota, y al final de cuentas se coloca en riesgo también el propio abastecimiento de los consumidores en los países de altos ingresos.