Las elecciones en los países del Tercer Mundo, más que una forma de establecer consensos y de servir como instrumentos para establecer orientaciones en materia de política, se han convertido en fuentes de conflicto y razones para generar inestabilidad en los gobiernos.
Los casos más recientes de Kenya, Nigeria y Pakistán demuestran cómo, cuando no existe una cultura política, que haya logrado echar raíces y convertirse en el sustento de unos mecanismos de concertación y de aproximación a acuerdos, las elecciones por sí mismas no representan un instrumento que apunte a la estabilidad política, al desarrollo continuo de las economías y al mejoramiento de las condiciones de vida de la población
Enfocar la defensa de la democracia exclusivamente en el desarrollo de procesos de elección popular, no representa una fórmula de solución real, sino que termina con frecuencia en convertirse en una fuente de inestabilidad y, en no pocas ocasiones, en incentivo para que agentes políticos, a través de diferentes mecanismos, pretendan alterar los resultados electorales o inclusive forzar a los votantes para que depositen su voto como a los políticos les interesa.
El proceso electoral en Pakistán, que dejó como saldo la muerte de una de las candidatas más opcionadas para triunfar, Benazir Bhutto, y cuya fecha de realización debió ser reprogramada, debido a la zozobra que generó ese asesinato entre los paquistaníes, es un ejemplo de cómo en los países del Tercer Mundo son manejadas las elecciones. La constante a lo largo del debate fue la denuncia de presiones de toda índole contra los votantes, desde palizas contra opositores hasta amenazas de la policía si no se votaba “como se debía”.
En Kenya, uno de los países africanos más estables hasta ahora, el resultado de las elecciones fue un gran levantamiento popular, motivado por sospechas de fraude electoral por parte del mandatario de turno, Mwai Kibaki. La violencia hizo resurgir fenómenos, que parecían haber quedado en el olvido, de odios tribales que dejaron numerosas víctimas mortales y una nación al borde del caos. Este país centroafricano presenta una fuerte concentración de la propiedad de la tierra, en manos de parientes y amigos de los anteriores gobernantes, que se encargaron de apropiarse de buena parte de la tierra apta para cultivos, y registra altos índices de pobreza. E levantamiento popular tuvo como consecuencia fuertes flujos migratorios, que llevaron a las tribus a sus tierras originales, pero en ellas los desplazados no han encontrado oportunidades de empleo o tierras, pues unos y otras, están en poder de otros.
En Nigeria, uno de los principales países productores de petróleo, las denuncias por fraude electoral y presiones sobre el electorado, han llevado a un pronunciamiento de la Corte Suprema nigeriana, que ha apoyado al mandatario electo, pero que no parece conducir a la estabilidad del país. El gobernante originario de una provincia del norte, no ha logrado convencer acerca de sus habilidades como administrador, ni siquiera a sus propios partidarios, y esta falta de credibilidad conduce a un estado de débil gobernabilidad y desconfianza creciente. Las acusaciones contra algunos de los principales líderes políticos por corrupción no han podido ser acalladas, a pesar de las maniobras para silenciar a la oposición y a los fiscales anti-corrupción.