lunes, 23 de abril de 2012

Los guardaespaldas de Obama y el TLC


Por Héctor A. Otero M.
El escándalo de las andanzas del servicio secreto de la presidencia de los Estados Unidos en Cartagena ha puesto de presente las consecuencias de abrir un mercado con pobres recursos a una demanda con gran capacidad adquisitiva.  Los poderosos y bien pagados guardaespaldas del presidente de la única potencia indiscutida, se sienten reyes en un país que se abre a sus deseos, que valora su moneda y necesita desesperadamente sobrevivir.  La enorme atención que se dispenso a la comitiva norteamericana  y las concesiones que se hicieron a sus miembros, les permitieron contratar, en las condiciones que ellos quisieron a unas trabajadoras sexuales y permitirles ingresar a sus habitaciones.  Ellas, a pesar de que nos habían advertido a todos los colombianos, que Cartagena solo estaba disponible para las comitivas de la Cumbre, lograron ingresar a lugares que nadie se hubiera imaginado, estuvieran abiertos a normales ciudadanos, sin embargo el poderoso “Don Dinero”, se convirtió en el “ábrete Sésamo” de las habitaciones privadas de quienes debían responder por la seguridad del mandatario más vigilado del mundo.
Este ejemplo de lo que pueden lograr los agentes del imperio, con sus dineros y su suficiencia, se repetirá a partir del próximo mes, de manera más frecuente y, sobre todo, bendecida por los padres de la patria que firmaron y ratificaron el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos de América.  Los poderosos empresarios del norte, con sus patentes, su maquinaria y sistemas, sus capitales y conocimientos, se enfrentaran a un mercado con una tecnología precaria y dependiente, en enormes proporciones, de los desarrollos tecnológicos americanos, una industria con escasas ventajas competitivas y un mercado laboral precario y muy barato.
El ingreso promedio de un ciudadano de los Estados Unidos de América, según la calculadora de la BBC Mundo, es US$3.263/mes mientras el promedio del colombiano es US$692/mes, lo que indica que el poder adquisitivo de uno y otro trabajador.  Con lo que sobrevive el promedio de los colombianos es solo una quinta parte de lo que se gana el trabajador medio en ese país, en otras palabras si usted gana un millón de pesos, el trabajador equivalente en las tierras del Tío Sam gana 4,7 millones. Su colega, por tanto cuando venga a pasar vacaciones, podrá pagar una habitación cinco veces mejor, podrá ir a los restaurantes en los que con su dinero apenas podría pagar la propina al empleado, podrá conocer mejor su propio país pues podrá viajar, ya sea por tierra o en avión, cinco veces la distancia que usted recorre en sus días de descanso.
La conducta de los guardaespaldas de Obama, no solo se repetirá, sino que se convertirá en algo corriente y cotidiano.  Esta es solo una pequeña muestra de lo que para el promedio norteamericano significan las contrapartes de los tratados de libre comercio.  No así para los inversionistas, que saben que ya se ha hecho el trabajo previo de eliminar los derechos de los trabajadores y ajustar la legislación a conveniencia de las multinacionales; para ellos será todavía más fácil manejar no solo a los trabajadores, sino también a los pequeños empresarios, que no solo serán una presa fácil, sino que sentirán que, al ceder sus posiciones, se está modernizando el mercado local.
La entrada en vigencia del TLC con los Estados Unidos servirá para que muchos productos nacionales sean sometidos a una competencia implacable, mientras las empresas que no puedan competir, cerraran sus puertas o reducirán sus nóminas con pérdidas importantes de empleo.  Las empresas norteamericanas aprovecharán los bajos salarios para desarrollar procesos intensivos en mano de obra.  Algunos sectores, como el de los servicios médicos, que tienen ventajas en materia de costo de la mano de obra se desarrollaran, para prestar servicios a los clientes extranjeros, mientras la atención en salud primaria a la población continuará deteriorándose.
Los servicios turísticos y sus actividades conexas se verán estimulados, pero el trato que se le dará en general a los colombianos será el mismo que le dieron los guardaespaldas a las señoritas que les atendieron “a domicilio”, o como ellos dicen “to go”

domingo, 15 de abril de 2012

Hablándole a Obama al oído


Por Héctor Alfonso Otero M.
Uno de los factores que más inciden en la violencia que se extiende por el mundo, es la compra de armas. Es evidente que el gasto en este rubro alimenta no solo a poderosos industriales, sino a muchos comerciantes y burócratas, que sirven de intermediarios, y obtienen por esos buenos oficios, enormes ingresos.   Es necesario reconocer que las cifras del gasto armamentista no se van todas en los costos de producción de estos instrumentos de guerra, sino que buena parte de ese dinero se destina a aceitar la maquinaria del tráfico lícito e ilícito.
Aproximarse a las cifras de gasto en armamento da luces acerca de los enormes incentivos que genera el tráfico de armas.  Durante el año 2010, según el SIPRI, Instituto Internacional para la Investigación de la Paz en Estocolmo, se invirtió, por parte de los diferentes gobiernos, la suma de 1.630 billones de dólares, cifra comparable con el valor de los bienes producidos durante ese mismo año en la India.  En efecto, el PIB total para ese año del subcontinente indio, con más de un billón de habitantes, alcanzó a ser de US$1.727 billones según el Banco Mundial.  Sólo los Estados Unidos de América gastaron US$698 billones, o sea una cifra equivalente al PIB de Suiza un país neutral, que aún discute hasta que punto sus fuerzas militares deben portar armas. La cifra también es similar al gasto anual de los norteamericanos en compra de petróleo.
Otros importantes compradores de armas son China, la Gran Bretaña y Francia.  El primero de ellos aunque solo invierte la sexta parte de lo que gasta la principal potencia del orbe, invirtió 119 billones, o sea todo lo que produce anualmente un país como Bangladesh, uno de los países más densamente poblados del mundo y con mayores problemas de pobreza (143 millones de habitantes, un habitante por km2). Los países europeos (Inglaterra, Francia, Alemania e Italia) cada uno invierte poco menos de la mitad de la cifra que se reporta para China.  La sola inversión de la Gran Bretaña alcanza una cifra similar al PIB del Ecuador.  Los diez principales compradores gastan en armamento el 75% de todo lo que se invierte en el mundo en armamento según el SIPRI.
Solo una cifra más, las compras de armas de los Estados Unidos representan el 4,8% del PIB total de ese país, lo que quiere decir que es uno de los sectores que más se benefician del gasto público.  ¿Cómo podría ese país abandonar las guerras y promover la paz en el mundo, cuando uno de los ejes de su crecimiento y su capacidad productiva está orientado a producir armamento?
Considerando que los países desarrollados son los principales compradores de armas, y además son los principales exportadores de estos instrumentos de guerra (incluidas Rusia e Israel), vemos que el proceso modernizador no puede sino convivir con los instrumentos de guerra, y mal podría prescindir de ellos, cuando significan enormes utilidades, control de muchos regímenes y generación de puestos de trabajo.  En los últimos años la China ha pasado de ser comprador a productor de armas, y se espera que en el próximo futuro, entre a competir con los Estados Unidos y Rusia por el predominio del mercado de aprovisionamiento de armamento.
Cuando la compra de armas, en una sociedad como la americana, tiene una importancia similar a la de la demanda por combustibles, está claro que el funcionamiento de esa economía le debe mucho al sector que las produce.  ¿Cómo puede prescindir un país de un sector que representa el 5% del total de la producción nacional?  Transformar esa industria militar será necesariamente un proceso lento, que si bien por sus niveles tecnológicos podría contribuir notablemente al desarrollo de otros sectores, requiere de decisiones muy difíciles y de una voluntad política firme y decidida.  Sería necesario plantear una política externa que se deshaga de falsos imaginarios de potencia internacional y policía del mundo, para convertirse Norte América en un factor que garantice en el mediano y largo plazo la sobrevivencia de la especie y la convivencia de la comunidad internacional a partir de la resolución del verdadero problemas de este mundo: la esquiva creación de trabajos y la adecuada disposición de esfuerzos para que se desconcentre el desarrollo económico.

lunes, 9 de abril de 2012

Gaitán actual



Por Héctor Alfonso Otero M.
En 1998 se cumplían cincuenta años del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, y se me ocurrió ingenuamente, que era una fecha importante para que el partido, en el cuál militó el inmolado líder, realizara un homenaje, a quién se constituyó en el político más querido y admirado en la política del siglo XX.  Presidía el Partido Liberal Colombiano Juan Manuel Santos Calderón y pensé que una propuesta de conmemoración en grande sería una ocasión para que el partido de oposición, en ese momento, recordara una de las gestas populares más trascendentales de nuestra historia: el levantamiento popular conocido como “El Bogotazo”.  La propuesta que le envié al hoy presidente de la nación, nunca tuvo respuesta.  La celebración de los cincuenta años del  9 de abril, fue una sobria ceremonia organizada por unos pocos gaitanistas, la mayor parte de ellos personas mayores, que de alguna manera habían sido testigos de los hechos violentos, que se desarrollaron en el centro de la ciudad de Bogotá.  Muy pocos jóvenes y ausencia total de los líderes políticos del momento: Gaitán parecía olvidado.
Hoy se cumplen 64 años de la muerte del líder más carismático que ha tenido Colombia, y pocos recuerdan la gestión de Gaitán por la paz y una convivencia civilizada entre los partidos políticos.  Muy pocos recuerdan la marcha del silencio que convocó este líder en Bogotá, que se convirtió en una imponente demostración de rechazó a la arbitrariedad y la violencia, que habían propiciado el partido conservador y el gobierno.  El líder liberal denunció también la violencia con que se reprimió a los trabajadores en la Zona Bananera y fue el precursor en la denuncia de las violaciones a los derechos humanos, al convertirse en defensor de los trabajadores rurales.  Pero no solo defendió a los trabajadores bananeros, también lo hizo con los campesinos asalariados del café y creó la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria-UNIR-, para promover la parcelación de tierras, la legalización de títulos y la limitación de la propiedad agraria.  Esas banderas que levantó en la primera mitad del siglo XX el “negro” Gaitán, siguen siendo discutidas hoy en día, y cuestionadas por los dirigentes de los gremios agrarios, mientras siguen cayendo quienes reclaman la propiedad de tierras arrebatadas a los campesinos y agricultores, en todas las regiones colombianas.
La violencia que denunció Gaitán sigue viva y además se ha sofisticado y ampliado, en buena parte como resultado de una espiral, en la que los grupos irregulares, alimentados por dineros de la droga, han multiplicado la capacidad de golpear a la sociedad y a individuos particulares.  Los defensores de la resolución dialogada del conflicto armado siguen siendo señalados y perseguidos no solo por el ejecutivo, sino también por entidades como la Procuraduría y algunos dirigentes políticos: es la continuidad de una política contra toda voz que busque el acercamiento entre las partes de una manera clara y consecuente, que pueda redundar no solo en la eliminación de la guerra, sino que permita construir escenarios de participación de las comunidades, para que el desarrollo no solo sirva para que aumente el producto interno bruto o la riqueza global del país, sino para que se reduzca la desigualdad y surjan oportunidades para todos, en términos de trabajo, educación, salud y seguridad social.
Erradicar la violencia en Colombia no debe verse como una meta inalcanzable, sino como  un objetivo  que las mayorías siempre han buscado, pero que ha sido silenciada y despreciada por los dueños de la política en el país, los militares que se benefician del estado de guerra, los empresarios que solo buscan maximizar utilidades, acabando con el empleo, y los dueños de la tierra, que en su mayoría  se han apropiado ilegalmente de las tierras de campesinos pobres y pequeños propietarios.
Gaitán debiera ser un permanente referente de la defensa de los derechos de los sectores populares. Hacer que se  olviden sus enseñanzas y se abandone su lucha ha sido una tarea en la que los mandatarios colombianos, sin excepción, se han empeñado.  Sin embargo son los jóvenes de hoy, los que deben rescatar esa herencia valiosa de un mártir de las luchas populares, que como Martí en Cuba, Mariátegui en el Perú y Allende en Chile, son ejemplos de una avanzada en la reflexión de nuestros problemas a través del estudio de nuestra realidad.
Este 9 de abril convirtámoslo en el primer paso hacia la recuperación del gaitanismo auténtico.
Por la Restauración Moral de la República: A la Carga!!!