Una de las características de los gobiernos
de derecha, es buscar la unidad de la nación alrededor de objetivos que distraigan la atención de la gente acerca de
sus verdaderos problemas de la ciudadanía, para meterlos en un dilema que
enfrente aparentes enemigos de la nación y justifique la violencia y la
persecución de quienes critican las estrategias de gobierno.
Un ejemplo claro es el de Iván Duque, que empieza
su gobierno atacando a Venezuela y a los campesinos cultivadores de coca. En el propio escenario de Naciones Unidas su
preocupación fue por Venezuela y el problema de la fumigación de áreas en
cultivos ilícitos. Poco se refirió en
esos primeros días a una estrategia para combatir las barreras estructurales
que limitan el desarrollo, la iniciativa y la creatividad de los colombianos, o
para combatir la corrupción, que hace que la inversión se diluya en las manos
de los políticos y los burócratas. Ni se diga de plantear alguna idea acerca de
como erradicar la violencia y acabar con los asesinatos selectivos y la persecución
a los lideres sociales. Su incapacidad para crear un frente político amplio se
manifiesta en la inconformidad de sus propios socios de gobierno (entre otros
los conservadores), que reclaman que no son consideradas sus propuestas de
gobierno y menos aún son nombrados en cargos públicos sus mas destacados
profesionales. Por el contrario, sus
nombramientos se imponen a la brava, acomodando hojas de vida y aceptando documentación
sin reconocimiento oficial (caso de la Agencia de Desarrollo Rural).
Ahora para cerrar toda opción a
negociaciones de paz se registra un atentado contra las propias instituciones,
en este caso la Policía Nacional, en el cuerpo de sus más jóvenes e inocentes
miembros, en el día que los estudiantes querían manifestar su inconformismo con
los métodos y prácticas del ESMAD, organización adscrita a la Policía. Este tipo de eventos violentos se antojan
similares al incendio del Reichstag (Parlamento Alemán) en la Alemania
pre-nazi, que se atribuyó inicialmente a un comunista holandés y derivó en una
cacería de brujas contra la izquierda alemana.
En este momento el llamado de las fuerzas
mas oscuras de Colombia a rodear al gobierno contra la guerrilla, resulta ser
un conveniente paraguas para la persecución de la oposición al gobierno y a los
líderes comunitarios que son vistos como enemigos cuando denuncian
arbitrariedades, corrupción o falta de atención del Estado. Lo que viene de acuerdo con la experiencia
alemana, pero también la colombiana, que bajo el gobierno de Turbay vivió una
época de represión, arbitrariedad y violencia contra las organizaciones
populares, es un periodo oscuro en que las detenciones, las desapariciones y
hasta ejecuciones extrajudiciales estarán a la orden del día.
Lo mas probable es que más adelante, como
sucedió en Alemania, que se reconoció a los propios miembros del partido nazi
como los autores del incendio de Reichstag, se descubra a los agentes de los
grupos de derecha o a los propios organismos del Estado como autores
intelectuales de la matanza de jóvenes e la Escuela General Santander. La historia se repite y los colombianos que
saben tanta historia como el presidente, no aprenden.
Tal como el pueblo alemán rodeo a Hitler contra
los enemigos de la nación, hoy Uribe, Duque y las fuerzas que se duelen de una
paz que apenas se estaba aclimatando, piden ser rodeados y respaldados para
iniciar una nueva cruzada de horror contra todas las manifestaciones de
oposición al gobierno e inclusive en contra de las pequeñas formas de protesta local,
las organizaciones de base y los líderes comunales. Antes que rodear al gobierno, conviene rodear
a los que serán en el futuro las víctimas, que serán acusadas de terroristas, guerrilleros
y apátridas.
La unidad no debe darse por razones emotivas,
sino en la medida en que los objetivos que se persiguen sean los que
interpretan el sentir de las mayorías.
La unidad conseguida a la fuerza, de manera oportunista y artera, no
lleva sino a darle fuerza a las oscuras necesidades de respaldo de un gobierno,
que no ha mostrado hasta el momento capacidad para dirigir al país por senderos
de progreso justicia y paz. La unidad debe
darse en torno a planes que beneficien a las comunidades, que protejan a
nuestros líderes, que mejoren la calidad de los servicios sociales (en especial
salud y educación) y conduzcan a eficiencia y responsabilidad en la inversión pública.
Convirtamos esta ocasión en una oportunidad de rodear a quienes de verdad nos representan:
nuestros líderes sociales.