miércoles, 4 de septiembre de 2019

Escuelas de matones


Quienes se alegraron de ver las salas de atención a heridos del ejército y la policía con baja ocupación, están volviendo de un sueño que fue solo un leve respiro para las madres de los jóvenes soldados y policías.  De nuevo el país se muestra en su verdad más pura, un territorio cruzado por grupos armados de los más variados colores. Bandas de delincuentes que continúan sembrando miedo en los campos y terror en los políticos locales y líderes sociales, grupos guerrilleros en busca de fuentes de financiación para su guerra armada, paramilitares que aprovechan el caos para liquidar a quienes suponen ser sus enemigos, sin entender bien los mensajes de reconciliación que envían sus víctimas, ejércitos de sicarios y promotores de los cultivos ilícitos que se apoderan de regiones enteras para organizar la producción, comercialización y exportación de narcóticos, delincuentes comunes que se disfrazan de actores violentos para pescar en rio revuelto y beneficiarse de extorsiones y chantajes.

Una guerra multipolar en la que las víctimas mueren sin tener seguridad acerca de quién fue el que disparó el proyectil que acabó con sus vidas.  Esta guerra que estimula el deterioro moral y la autodefensa de las comunidades, propicia la familiaridad de los jóvenes con las armas y las estrategias armadas.  Son muchos los que piensan que su oportunidad, en un marco de pobreza y marginación, se encuentra en integrar los grupos armados en los que se pueden transformar de individuos aislados y despreciados, en elementos de estructuras armadas que los elevan a de su condición original a la de determinantes de su futuro.

La violencia presente en los hogares, en la escuela, en los parques y vías de los barrios, es excelente caldo de cultivo para que los jóvenes se formen en el abuso de los débiles, las mujeres, los ancianos, los niños, los más frágiles. El respeto por el otro no existe, la mujer es tan solo un instrumento para satisfacer deseos animales, los niños son atemorizados, despojados de su dignidad, vandalizados y utilizados para mostrar lo que le espera a sus compañeros si los niños los enfrentan.  Este ambiente sórdido y maligno, es en el que se levantan nuestros hijos, que  deben optar por sumarse a los victimarios o ser víctimas indefensas, a las que nadie apoya ni coloca en su legítimo lugar.  Mientras el sistema educativo no empiece a abordar los temas de valores, ética, respeto, cooperación, solidaridad, la sociedad colombiana seguirá reportando comportamientos perversos como son los de las bandas armadas ilegales que azotan al país.

Comportamientos antisociales, arbitrarios y malintencionados como los que muestran los dirigentes de las FARC, de los grupos paramilitares, del Centro Democrático y otros partidos políticos, los pastores de las iglesias evangélicas, los partidos de izquierda, los pedófilos de las diferentes iglesias, los burócratas del gobierno y los empresarios que chantajean a los jóvenes para contratarlos.

Por ahora lo que tenemos son escuelas de matones, estructuras en las que los vivos se aprovechan de los ingenuos, en los que la solidaridad se sustituye por una competencia desleal y violenta, el respeto solo lo inspiran los ricos y poderosos, pero el muchacho honesto, diligente, trabajador y decente es manipulado y convertido en rey de burlas de quienes desprecian el esfuerzo personal, pues han encontrado los atajos para conseguir lo que quieren a través del engaño, la mentira, el oportunismo y la trampa rastrera.

De uno y otro lado tenemos líderes que manipulan la información y alteran los procedimientos para beneficiarse del poder que ostentan.  Mientras la ciudadanía no se rebele contra este estilo de manipulación y desinformación, seguiremos dominados por el 60% de los votantes que no quieren perdón, ni reconciliación ni recuperación del tejido social y seguiremos enterrando a nuestros vecinos, familiares y compañeros de trabajo.