domingo, 25 de noviembre de 2007

Nuevas expresiones del odio racial

En los pasados días han venido repitiéndose incidentes a lo largo y ancho de los Estados Unidos, en los cuales la horca como símbolo de odio racial aparece amenazante y genera dudas acerca de las posibilidades de mantener la armonía entre los grupos raciales que habitan estas regiones. Desde Illinois en el norte hasta Florida en el sur y desde Texas hasta Connecticut se han registrado enfrentamientos entre jóvenes de diferente origen racial y han aparecido horcas colgadas en edificios municipales, centros universitarios, centros de alojamiento de indigentes, y hasta en carros de los servicios de sanidad.

La intensificación de estos eventos preocupa no solo por lo que este tipo de expresiones de odio representan, y el miedo que generan entre núcleos importantes de la población, sino que también reflejan una realidad social conflictiva que parece ir en aumento. En efecto, según el Departamento de Justicia de los EEUU al año se registran 190.000 casos de crímenes relacionados con odio racial y violencia interracial.

La reaparición de este tipo de conflictos, parece tener origen en los eventos de agosto 31 de 2006 en Jena, Louisiana, durante los cuales se presentaron enfrentamientos verbales entre estudiantes negros y blancos que se disputaban el derecho a ubicarse bajo un árbol en la escuela secundaria local. Al día siguiente aparecieron colgados del árbol lazos en forma de horca. El ambiente en la escuela se fue enturbiando de manera gradual, y se presentaron durante los siguientes meses quejas diversas de estudiantes negros, que acusaban a los blancos de abusos, burlas y agresiones. El primero de diciembre de ese año, durante una fiesta privada seis muchachos negros intentaron entrar a una fiesta, en la que participaban jóvenes de diferente origen racial, pero fueron rechazados por los organizadores del evento. Se registró una pelea en la que ambas partes recibieron fuertes agresiones, teniendo que intervenir la policía para aplacar los ánimos. A la postre tres de los jóvenes negros fueron acusados de robo de un arma, asalto en segundo grado y conspiración para el asalto.

Al día siguiente, a la salida de una tienda, fue asaltado un estudiante blanco, que acusó del delito a los seis jóvenes que habían causado el incidente unas horas antes. Los jóvenes enfrentan ahora acusaciones de asalto e intento de asesinato, agravadas por la reincidencia. Se inició un juicio en su contra, que para muchos de sus compañeros, es desproporcionado y marcado por consideraciones raciales. A raíz de estas diferencias en la valoración de las actuaciones de la justicia, se inició una movilización social en diferentes lugares de los EEUU, y específicamente en Jena se realizó una manifestación el 20 de septiembre de 2007. Se realizó una marcha en apoyo a los “seis de Jena” a la que asistieron más de 10.000 personas (en un pueblo de 3.000 habitantes), que fueron convocadas para exigir equilibrio en lo que hace a la aplicación de justicia, pues el caso de los seis jóvenes de Jena se considera un ejemplo de cómo sobre los jóvenes negros se imponen severos castigos, mientras a sus compañeros blancos se les trata con mucha mas consideración.

Mientras tanto, en todo los EEUUU siguen apareciendo lazos en forma de horca que aunque en si mismos no representan un peligro, si son un llamado y una insinuación a la violencia racial. El desafío contra todos los ciudadanos de raza negra es evidente y la atemorizante amenaza que simboliza el lazo con un nudo corredizo es una forma de violencia simbólica que no contribuye en nada a la convivencia de comunidades multirraciales.

Este constituye otro ejemplo de cómo en la moderna sociedad del primer mundo, a pesar de los avances tecnológicos, económicos, sociales y políticos se mantienen diferencias que propician la violencia y que se constituyen llamados a la confrontación. Hasta el momento los incidentes no han pasado a mayores, sin embargo el hecho de que cerca de 60 eventos de este tipo se hayan registrado desde septiembre, representa una potencial amenaza para la paz. También es importante destacar que el número de grupos que promueven el odio racial en EEUU ha crecido en los últimos años pasando de 602 en el 2000 a 844 en 2006.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Invitación a participar

Este espacio se abre como una oportunidad para quienes se animen a pensar y a compartir sus reflexiones acerca de las razones para que, a pesar de los avances en el conocimiento, en las comunicaciones, en la integración comercial y en la oferta cultural, continúen extendiéndose fenómenos de violencia, intolerancia y discriminación, que cuestionan la dirección en que se mueve la sociedad en la actualidad.

La violencia con que nos enfrentamos a diario se presente en muchas formas, desde las manifestaciones agresivas que se registran en los propios hogares, pasando por las expresiones violentas en las escuelas, en los estadios, en el tráfico vehicular, hasta las que ejercen grupos delincuenciales para lograr sus objetivos. Esa ubicuidad de las agresiones y su variadas formas aparecen con frecuencia también en las relaciones del Estado con los ciudadanos y en las relaciones internacionales, bajo justificaciones arbitrarias y sesgadas, que responden a intereses de los agentes detentadores del poder.

Son muy conocidos ciertos nombres asociados con la arbitrariedad y la violencia: Abu Graib, Auschwitz, Guantánamo, Columbine, Archipiélago Gulag, Talibanes, Torres Gemelas, Escuel de Caballería, y muchos otros lugares, pero también individuos que se constituyen de inmediato en referentes de la capacidad humana para utilizar la violencia para imponer la voluntad de unos pocos sobre ciudadanos aislados y en condición de indefensión, grupos minoritarios y oposición.

Lo cotidiano de estos fenómenos violentos ha convertido en sospechosos hasta a individuos frágiles y aislados como los estudiantes de secundaria en cualquier lugar del mundo. En los últimos días, en diferentes países del primer mundo han sido descubiertos estudiantes que han preparado y, en ocasiones, realizado tiroteos en los centros de estudios a los que de manera regular asistían. Sucedió primero en una universidad privada muy exclusiva del Estado de Virginia, en los Estados Unidos, dónde un estudiante de ascendencia coreana, realizó un recorrido de muerte por los edificios de su alma mater. En Finlandia otro muchacho, asesinó a ocho personas en un colegio cerca de Helsinki, y en Alemania, hace unos días, dos estudiantes fueron descubiertos por las autoridades con armas y un plan para realizar una masacre en un colegio de Colonia. La epidemia de las masacres perpetradas por jóvenes contra instituciones de educación ha tenido como un medio de propagación y estímulo a estas acciones la red mundial de comunicaciones conocida como internet.

Los jóvenes se conectan a páginas y lanzan sus proclamas y sus expresiones de rechazo a una sociedad que los margina y los presiona, a través de la red. Las motivaciones de los victimarios son difíciles de establecer, sin embargo existen lugares comunes en las acciones de estos muchachos. Un desprecio enorme por la sociedad en que han nacido, por el entorno que los rodea, por la superficialidad de la mayoría de sus compañeros, por la ausencia de expectativas y por la incapacidad de los mayores para entender sus preocupaciones e intereses. Todos esos estudiantes habían tenido antecedentes de violencia o problemas de comportamiento en sus respectivos centros de estudio, sin embargo las instituciones no contaban con mecanismos para encausar las inquietudes de estos jóvenes y se limitaron a ignorarlos.

La ausencia de estrategias para prevenir estos comportamientos y encausar a estos muchachos hacia actividades que les proporcionen satisfacción y les permitan cumplir un papel social positivo, se encuentra en la idea predominante en la actualidad de que los problemas del individuo son solo de él y que cada cual los debe resolver por su cuenta. Se propicia la competencia y la excelencia, pero se olvida que el triunfo de los unos representa la derrota de otros y que si no existen estrategias para que los débiles puedan procesar sus derrotas, estos pueden, y de hecho, terminan como desechos sociales, que en algunos casos se someten, pero que en otros se pueden levantar con violencia contra ese mundo de exclusión y unanimismo.

Es necesario reconocer que los medios modernos no son los culpables de estas acciones, pero es imprescindible salirle al paso a las potenciales consecuencias negativas que trae el proceso modernizador, de otra forma la violencia podrá aprovechar no solo la red, sino también muchos otros espacios que abre la modernidad a terroristas, traficantes de seres humanos, de armas, de drogas y muchos más delincuentes.

Esta reflexión es solo un abrebocas que quiere motivar a los lectores de esta página para que comenten otras formas de violencia que se expanden en nuestro medio y que deben ser consideradas, estudiadas y analizadas para garantizar el “bien común”, que anda tan de capa caída.