martes, 22 de octubre de 2013

UNA VISIÓN DE LA GLOBALIZACIÓN, LA MODERNIDAD Y LA VIOLENCIA


Una de los más conmovedores eventos de nuestra época han sido los ataques a las torres gemelas en Nueva York y todo lo que se desarrollo a su alrededor, incluida la destrucción de toda un ala del Pentágono en Washington.  Este que ha sido el peor ataque terrorista contra los EEUU, nos lleva reflexionar acerca de la violencia en nuestros días.  El atentado suicida de los fanáticos de Al Qaeda, puede haber sido el más espectacular e irracional acto de odio y resentimiento, sin embargo no es la única expresión de violencia de nuestros días.

La reacción del gobierno americano contra Afganistán e Irán, y en general contra todas las manifestaciones de la cultura árabe, fueron igualmente actos de violencia en los que no solo han muerto muchos inocentes, sino que como resultado de ellos el gobierno de los EEUU cometió un delito internacional, al tomar prisioneros de guerra y mantenerlos aislados y bajo las más terribles presiones en Guantánamo, sin tener claras razones para su detención.  La respuesta violenta, tan aplaudida por los norteamericanos, se convirtió en una papa caliente que finalmente le costó al partido republican de los EEUU la presidencia.

Pero más allá del conflicto entre Al Qaeda y el gobierno americano, seguimos siendo testigos de la arbitrariedad y crueldad del aislamiento en que viven hoy los palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza, zonas a las que Israel impide el acceso de ayuda humanitaria con amenazas y tomas de las embarcaciones que pretenden apoyar y ayudar  a los palestinos.  La guerra en Sudán en el centro de África ha cobrado tantas víctimas como las hambrunas, que también han golpeado este país, y los responsables no son aún puestos ante la justicia.

La violencia no solo la provocan los enfrentamientos políticos y las disputas entre naciones.  En Grecia hemos visto cómo la crisis del endeudamiento ha producido la indignación de los habitantes de ese país europeo, en razón a los recortes que ha programado el gobierno, presionado por el Fondo Monetario internacional y sus socios europeos.  Los  griegos han salido a la calle y enfrentado a las autoridades locales lo que ha generado desordenes y numerosos heridos; en Chile la demanda por más y mejor educación termina también en enfrentamiento callejeros y en Francia e Inglaterra desempleados, jóvenes y anarquistas incendian automóviles y saquean el comercio.

La globalización dispersa este fenómeno a todas las naciones del mundo y Colombia no es ajena a esta evolución de modernidad, globalización y violencia. En efecto,  aquí en nuestro país después de muchos años la violencia de los grupos ilegales no cesa y a pesar de los esfuerzos de unos y otros, la paz no logra aclimatarse.  El armamentismo en Latinoamérica no parece disminuir y las multinacionales de las armas, aliadas con las mafias regionales siguen llenando el mundo con toda clase de armamentos, cada vez más eficientes, y por lo tanto más mortales.

Pero hasta en los estadios y espacios deportivos la violencia está presente.  Los famosos hooligans de Europa se han hecho indeseables en muchos escenarios deportivos, y sus métodos han sido replicados en Latinoamérica.  La modernidad y la globalización también han traído este fenómeno a Colombia, donde los aficionados muertos a manos de sus adversarios deportivos aumentan cada fin de semana, y un deporte que debía contribuir a hermanar a los practicantes del mismo, está llevando a muchos jóvenes a los hospitales e inclusive a la muerte.

También toca las puertas de nuestra región, hace unos días en Barranca de Upía y Cabuyaro, la población se enfrentaba a la policía, después de denunciar y manifestarse en contra de los abusos de una petrolera en el trato de sus trabajadores y en el cumplimiento de sus responsabilidades ambientales.

No es necesario continuar enumerando casos, pero hay que reconocer que la violencia es una constante en nuestra sociedad.  Por ello, es válido preguntarnos ¿por qué la aspiración de una sociedad moderna y sin violencia no parece poderse alcanzar, a pesar de que la paz, al menos de palabra,  es ansiada en todas las sociedades?

¿Hacia dónde se dirige nuestra sociedad con los actuales enfrentamientos y conflictos? ¿Tenemos hoy más seguridad, estabilidad y certidumbre?

Zygmund Bauman, un sociólogo de origen polaco, que se ha hecho famoso en Inglaterra escribiendo algunos textos acerca del concepto de modernidad líquida, responde que no tenemos más seguridad y que, por el contrario, la sociedad hoy vive en mayor incertidumbre y  las instituciones que se han venido eliminando, en el marco de las reformas estructurales recientes, recomendadas por el Fondo Monetario Internacional y los organismos tinancieros internacionales, han abandonado a los mas pobres y generado una mayor inestabilidad para los trabajadores, para los hogares y para las comunidades.

¿Comunidades? Bauman dice que las comunidades son tan solo una aspiración de encontrar espacios en que se estimule el individuo y se logren concretar proyectos que son comunes a los participantes.  Es decir que las comunidades deben tener unos antecedentes comunes, una historia, un lenguaje, una educación, una cultura y unas costumbres compartidas, sobre las que se pueda construir confianza, solidaridad y cooperación.

Sin embargo las organizaciones comunitarias, así como sindicales y campesinas han venido desapareciendo a medida que el nuevo enfoque social promueve el individualismo y el consumismo.  El Estado viene disminuyendo sus funciones y son los individuos los que tienen que resolver sus propios asuntos de toda índole, desde la educación de los hijos, pasando por la salud familiar, la construcción de la vivienda, la administración de los ahorros, y la recreación  hasta la seguridad personal.  ¿Qué tan preparados están los ciudadanos comunes para este cambio?

El individuo esta cada vez más aislado, los centros de encuentro social disminuyen en número y los centros de diversión son cada vez más ruidosos y menos capaces de permitir, que entre los jóvenes puedan compartirse los problemas, las experiencias y la ilusión de un mundo mejor.  Inclusive en espacios propicios para el intercambio como cafeterías, restaurantes, espacios de esparcimiento y aulas de clase, se prefiere compartir a través de blackberrys y celulares abandonando la posibilidad de construir relaciones  personales sólidas, aislándose del grupo con el que “supuestamente” se socializa. El conocimiento de los propios compañeros apenas es superficial, lo que hace que las relaciones también sean por lo general fugaces.  Los deportes y actividades que se practican buscan excitar los propios sentimientos y sensaciones, y tienden a ser cada vez menos en equipo o reuniendo grupos. Todo lo anterior lleva a que las actividades sociales se conviertan en actividades individuales, colocando a los individuos en una situación de aislamiento y vulnerabilidad.

Esta soledad en la que vive el joven moderno hace que, por momentos busque refugio a sus inseguridades en comunidades, que se convierten en esas aspiraciones o ilusiones que deben contribuir a buscar un norte en sus vidas.  La verdad es que la mayoría de estas comunidades antes que soluciones para el aislamiento y la soledad, son instrumentos efectivos de individuos que quieren aprovecharse de jóvenes desorientados e inexpertos.  Esas comunidades en las que los jóvenes buscan identidad, antes que servirle al individuo están en busca de personas que les sean dóciles y fáciles de someter.  Por lo general, los requisitos de ingreso incluyen pruebas en las que se demanda del nuevo miembro romper con valores que les han sido inculcados en la educación tradicional y mostrar su compromiso con el grupo demostrando audacia, valor y desapego de los principios morales tradicionales.

Las barras bravas, las pandillas, las hermandades, los grupos de extrema izquierda y extrema derecha, los grupos delincuenciales, todos buscan atraer a los jóvenes ofreciendo un imaginario de solidaridad entre sus miembros y fantasmas consistentes en enemigos que deben ser eliminados.  Según Bauman estos colectivos: “Necesitan enemigos a quienes amenazar con la extinción, y a quienes perseguir colectivamente, torturar y mutilar, para convertir a cada miembro de la comunidad en cómplice de algo”, en efecto las pruebas de iniciación, por lo común, incluyen actos violentos contra los supuestos enemigos: “el equipo de futbol contrario”, “los policías”, los izquierdistas”, “los homosexuales”, “los traficantes”, “los zanahorios”, “las mujeres de la vida alegre” y muchos otros que se convierten en “los Otros”.  Para las cabezas de esas comunidades “el otro” es el enemigo el que no viste el mismo atuendo o no luce el cabello de determinada forma o el que defiende otros ideales.  El “Otro”, es aquel contra el que se ejerce la intolerancia.  La mofa y el chiste se hacen contra el mendigo, el buen estudiante, el mal deportista, el joven que no luce determinadas prendas o no tiene un “celular o blackberry play”.

Y la violencia contra esos “otros” comienza a generar un aislamiento, en el que se pierde la objetividad y el criterio, se toman por sentadas verdades, que los líderes han adoptado, para ejercer su capacidad de dominio sobre los otros.  La misma comunidad se aísla y como efecto los “otros” tienden a aumentar.  El que no piensa como el grupo no tiene derechos y por lo tanto se puede abusar de él a gusto, y cada vez son más los candidatos.

Estas comunidades permiten que el individuo rompa la monotonía de su vida cotidiana y la soledad en la que regularmente vive, los eventos que propician este tipo de colectivos son “carnavales”, en los que se exorcizan los demonios, se eliminan las tensiones de la vida diaria y se dan muestras excepcionales de “valor” en medio de la euforia colectiva, que le arrebata al individuo su capacidad crítica y sus naturales defensas contra el peligro y el abuso.

Estas comunidades nacen como “reflejo en el espejo”, o sea que a todo grupo de izquierda le sale su contrario de derecho, a los “sanos” les aparecen sus “malosos”, a todo Millonarios le sale su Santafé, a todo “paraco” le sale su “guerrillero”, y terminamos dándole a las cabezas visibles de esas comunidades explosivas, nuestra capacidad de decidir, de actuar y de pensar.

Los mayores no están para nada exentos de esta tipología: encerrados en sus clubes, sus condominios y sus resorts, todo el que es diferente no tiene acceso a sus espacios, el otro, el que no puede pagar la cuota inicial, el vagabundo, el caminante, el que no ha pagado la cuota, no pueden entrar.

La insolidaridad se refuerza con esas comunidades que buscan para sí mismas el aislamiento y la dominación del individuo, para alejarlo de otras influencias.  A través de métodos de reafirmación de identidad, al interior de las comunidades existe una cierta certeza, que no se encuentra en la vida cotidiana, en donde dominan la inestabilidad, la inseguridad y el riesgo.

La violencia entre colegios enfrentados, de barrios que también declaran al vecino su enemigo y de muchas otras exaltaciones verbales  le dan alas a la violencia y hacen más difícil el trabajo de quienes buscan la convivencia pacífica.  En este aspecto el lenguaje se ha venido trasformando de una manera bien particular, adoptando muchos grupos las expresiones de la delincuencia para expresarse de sus compañeros, para obligar a alguien a alejarse del lugar que “pertenece” al grupo, para eliminar al contrario y muchas otras locuciones, que se extienden, sin que los muchacho se pregunten el origen de las mismas.  El lenguaje en las comunidades se convierte también en un elemento de identificación y de diferenciación.

La agresividad aún en el trato cotidiano con compañeros y amigos familiariza a los jóvenes con las actitudes violentas y no pocas veces, de chanzas o juegos terminan enemistades y malentendidos.  Es importante, por lo tanto, aprender y aclimatar la tolerancia, para no perder la oportunidad de conocer a mucha gente que nos sorprende con sus experiencias únicas, con su conocimientos en áreas específicas, con aspectos de la cultura en los que no habíamos pensado.  Escuchar debe ser una misión contra la soberbia, preguntar con real deseo de conocer en profundidad debe llevarnos al conocimiento.  “El Otro” en lugar de ser un despreciable elemento, es una posibilidad de conocer aspectos de nuestra sociedad que ignoramos o desconocemos.

La mejor semilla contra la violencia y los violentos es abrir la mente y el espíritu para reconocer y respetar a nuestros congéneres, la discriminación y el sectarismo son la ruta más cercana a los abusos, y por esa vía a justificar exabruptos y tropelías. Todos los fanatismos han terminado causándole grandes desgracias a la humanidad.

La Universidad debe ser un escenario abierto a todas las reflexiones y a todas las teorías, de forma que es el lugar indicado para que se libren las discusiones más diversas, siempre en un marco de respeto, tolerancia y sincero espíritu de crítica y autocrítica.  Aprovechemos el espacio que nos da esta universidad para enriquecer no solo nuestro conocimiento técnico y profesional, sino también para repensar el mundo y tratar de aportar a la construcción de la paz.

 

 

 

 

 

El objetivo de este material es ampliar algunos de los conceptos que se plantearon en el libro “Paramilitares la Modernidad que nos tocó” y ampliar las reflexiones que motivaron la investigación realizada.

La primera consideración es esencial, pues en la concepción lineal de la historia se supone que cada estado de la sociedad, en la medida que avanza el tiempo, mejora la condición social y económica de los individuos y nos permite avanzar en pos de una mejora permanente en la calidad de vida.  Sin embrago solo mirando los conflictos actuales y los indicadores de calidad de vida para la mayoría de los ciudadanos del mundo, observamos que esta pretensión no se ha logrado y aunque podemos encontrar indicadores de salud, educación o vivienda positivos encontramos que estos avances se han logrado a un alto costo en términos de concentración de la riqueza, de sentido de pertenencia de las personas a sus regiones y de enormes incertidumbres que agobian al ser humano promedio.

En efecto, la humanidad ha buscado la seguridad y la estabilidad desde que el hombre decidió volverse sedentario y gregario, sin embargo a medida que se ha aumentado la complejidad de las relaciones, no solo se han multiplicado los peligros y las amenazas contra la vida humana, sino que hemos puesto en riesgo la vida de muchas de las especies que habitaban el mundo con nosotros, y que ahora nos damos cuenta servían para que pudiéramos disfrutar de este pedazo del universo.