martes, 12 de mayo de 2009

Crisis, violencia y comunidad

La crisis financiera mundial ha creado un telón pesado e inmóvil, que no permite apreciar severas amenazas que brotan de muchos rincones del mundo, y que atentan no solo contra la estabilidad de los países, sino contra principios de convivencia, tolerancia y respeto por la vida.
Los asaltos de piratas en el Golfo de Adén, la ofensiva contra los Tigres Tamiles en Sri Lanka y contra los talibanes en Afganistán y Pakistán, la rebelión en Myanmar, la guerra entre carteles en México y la resilencia de los micro-carteles colombianos, son solo ejemplos de cómo en todas las regiones y países, la delincuencia y el fanatismo, siguen ganando adeptos, en especial entre los habitantes de regiones pobres, o en las que la juventud tiene pocas opciones de vida y sueños de transformación.
África, Latinoamérica y la mayor parte de Asia albergan una proporción grande de todos los pobres del mundo, pero también son sede de violentos enfrentamientos de pandillas, bandas armadas, traficantes de drogas, seres humanos y armas, ejércitos rebeldes, paramilitares y muchos otros grupos que acechan tras la inconformidad de los jóvenes para ponerles un arma en la mano y de manera gradual realizarles un lavado de cerebro, que los convierta en presas fáciles de idearios precarios, de ambiciones de poder y dinero, así como de una ética voluble y laxa, que termina por convertirlos en fáciles instrumentos de delincuentes y fanáticos de todas las vertientes.
Por otra parte, los ejércitos de todas las regiones, siguiendo el ejemplo que dieron los soldados norteamericanos en Irak, están aún convencidos que la derrota del enemigo justifica cualquier práctica. Los ciudadanos de Sri Lanka, de Afganistán e inclusive del Tibet pueden hoy dar cuenta de ello. Los métodos cada vez más poderosos y desproporcionados son utilizados para combatir con frecuencia a rebeldes cuya capacidad de reacción es mínima. Monjes en Myanmar enfrentando a soldados profesionales, campesinos bolivianos asesinados por paramilitares, migrantes centro americanos explotados y asesinados por "coyotes", que debían conducirlos hacia el sueño americano, son todas víctimas de organizaciones sin principios, que no se detienen ante la debilidad de la víctima, sino por el contrario se aprovechan de ella.
La legitimación de la violencia, ya sea por la autoridad del Estado o por la lucha insurgente no tiene presentación en la actualidad, el poder de las armas y la ausencia de principios morales que ha acompañado el uso de ellas, no garantiza nada a los ciudadanos y por el contrario, defender la lucha armada termina por ser una justificación para que los enemigos de las causas justas arremetan contra sus defensores. El rechazo de quienes se oponen a un mundo cada vez más injusto, mas lleno de discriminación y arbitrariedad, de inercia en favor de los que ya tienen y que atenta contra los que tienen poco, debe encausarse a través de un nuevo ideario, que permita crear lazos de solidaridad alrededor de la tolerancia, de las ventajas que representa la diversidad, de la sustitución de lazos de mercado por lazos de hermandad y apoyo, que permitan entender que la defensa no solo del planeta sino de la sociedad debe pasar por entender, que solo la acción colectiva, puede aliviar los riesgos que enfrenta la sociedad moderna.
No solo la crisis financiera, sino también la crisis ambiental y social deben enfocarnos hacia una nueva ética del compartir y la responsabilidad, de la acción solidaria y la ausencia de cálculo egoísta, de apoyo a los que han sido discriminados y de construcción de nuevos horizontes comunes. Continuar con la idea de que no importa si cada cual tira para su lado, si el barco se mueve, no solo es desaprovechar las sinergias que se deben construir, sino es también renunciar a una comprensión integral de la realidad. Si seguimos creyendo que somos los dueños de la verdad solo lograremos que nos utilicen y que llevándonos la cuerda, nos lleven al matadero, quienes si actúan como comunidades de intereses mezquinos y calculados.
Acabemos con la resistencia pasiva y abramos nuevos proyectos de acción que permitan recuperar la confianza, la identidad y la solidaridad entre diferentes. Construyamos tolerancia y estima por los afanes colectivos: Volvamos a la minga!

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