sábado, 22 de marzo de 2008

Acceso a la modernidad y sexo

Por Alfonso Otero (haotero@gmail.com)

Cientos de miles de latinoamericanos buscan en el norte de América nuevas ilusiones y un futuro que les permita superar y olvidar las arbitrariedades de los poderosos, que en sus países de origen les han bloqueado las oportunidades de desarrollo, estabilidad y crecimiento personal. Buscan en la moneda dura y en una economía más diversa y generosa, empleo para elevar su nivel de vida y dejar atrás las privaciones a que se vieron sometidos en los lugares donde nacieron. Aunque por lo regular realizan trabajos de menor valía, sus ingresos son muy superiores a los que obtendrían en sus patrias en oficios de mayor nivel. Al dejar atrás sus raíces, tradiciones y familias, esperan tener una vida más digna y, en no pocas ocasiones, aspiran a contribuir con dinero y apoyar a los familiares abandonados, inclusive para que ellos también puedan dar el salto y disfrutar las bondades de un sistema opulento, dinámico y luminoso.

Pero en la actualidad los inmigrantes a Estados Unidos , ni se benefician con una moneda dura, ni encuentran una vida digna, pues los obstáculos existentes, para acceder a lo que llaman una “green card”, el documento que abre las puertas del mercado laboral legal, se han tornado cada vez más oscuros y miserables. De acuerdo con un reporte reciente del New York Times el sistema de aprobación de documentos de legalización de inmigrantes está cada vez más marcado por el sexo. La publicación americana señala que la moneda corriente para obtener papeles no es el dólar, sino el sexo.

Los agentes federales de inmigración, que cuentan con un enorme poder en el proceso de aprobación de documentos, han vuelto frecuente la solicitud de favores sexuales a los aspirantes a legalizar su situación en ese país. En días pasados una joven mujer fue presionada por uno de estos representantes de las autoridades norteamericanas, para que no solo satisfaciera sus demandas sexuales, sino para que le proporcionara datos de otras compatriotas, que estuvieran en situación similar, para “darles un empujón”, sabe Dios en qué forma.

El tema del sexo no es algo circunstancial en la sociedad americana. Ya el presidente Clinton había puesto en riesgo su investidura, por disfrutar de juegos eróticos con una practicante en la propia oficina presidencial, ahora el gobernador del Estado de Nueva York ha debido renunciar a su cargo, tras haber reconocido los enormes gastos personales que dedicaba a pagar prostitutas que le frecuentaban. Para acabar de completar la persona que lo remplazará acaba de confesar que también ha cometido este tipo de excesos y, por lo tanto, antes de que se lo destapen, se ha encargado de hacerlo público. La indignidad a la que son sometidas con increíble frecuencia las mujeres norteamericanas, que en todos estos casos han acompañado a sus maridos a compartir estrado mientras destapan sus andanzas, no es nada al lado del trato que reciben las mujeres inmigrantes. Esta violencia de género, no solo es una constante en la vida americana, sino que denota el poder y la doble moral de muchos dirigentes americanos, que de palabra son enemigos de este tipo de prácticas, pero en la realidad son capaces de chantajear, presionar y obligar a las mujeres a abandonar el respeto por sí mismas, por obtener una satisfacción momentánea.

Tal vez sea este solo un elemento de los muchos que deben considerar lo(a)s aspirantes a inmigrar a los Estados Unidos, pero lo que se debe destacar es que el precio de la comodidad, los altos ingresos y el confort es el desplazamiento de los umbrales morales, la nueva contabilidad de los riesgos que se está dispuesto a asumir y la economía del chantaje, del maltrato y de la degradación.

La condición para poder ingresar a esa modernidad es dejar atrás principios y valores que se consideran ahora obsoletos y adoptar otros comportamientos que se convierten en moneda corriente para poder ascender. Lo que no quiere decir que en nuestros países no existan este tipo de presiones y abusos, es más en nuestros países, el modelo tiende a ser reproducido y mucho más, cuando el ejemplo proviene de tan alto.

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